Italia suele ser conocida por sus delicias culinarias, su rica cultura y sus ciudades emblemáticas, pero no necesariamente por sus olas de bodyboard.
El fin de semana pasado, tras consultar la previsión meteorológica, decidí darle un giro a las cosas y poner rumbo a una sesión de surf en el Mediterráneo. Formando un pequeño grupo de amigos entusiastas, nos embarcamos en un viaje de mínimo 10 horas desde el País Vasco.
Al llegar, nos levantamos temprano con la vista del mar desde el pequeño balcón de nuestra habitación del hotel. Nos esperaba una vista un tanto intimidante, con olas de 2 a 3 metros acercándose a toda la bahía en el beach break.
Despertando rápidamente a nuestros amigos, salimos a inspeccionar los lugares de cerca. Nuestros instintos estaban en lo cierto; el lugar ofrecía olas consistentes de 2 a 3 metros en un pico con rompientes tanto de izquierda como de derecha. Alrededor de una docena de surfistas ya se encontraban en el agua.
Rápidamente nos pusimos nuestros trajes de neopreno 4/3, preparamos nuestro equipo (mi confiable Morey Mach 7 HP para mí, un poco de cera) y nos lanzamos al agua. La primera sorpresa fue que el agua estaba mucho más caliente que en el Atlántico, unos bienvenidos 5 grados más, lo que nos creó las condiciones perfectas.
La emoción aumentó cuando los sets de 3 metros comenzaron a acercarse a todo el lugar, causando daños a la costa italiana y apareciendo en los titulares de las noticias de la televisión local.
Salimos del agua para comprender la situación y nos dimos cuenta de que el lugar ya no era surfeable en su estado actual. Esperamos hasta la tarde y tuvimos una segunda ola en condiciones menos desafiantes, con solo olas de 2 metros restantes después del pico del oleaje.
Estas condiciones se mantuvieron durante casi cuatro días, con un mínimo de 1,5 metros en los lugares. Felicitaciones a Italia; Definitivamente regresaremos.
